Sello del Segundo Imperio del Hombre: El Águila, la Hoz y el Martillo, la Corona y la Nave Espacial |
Regularmente escucho algunos podcasts de internet cada semana. Uno de ellos es Verne y Wells Ciencia Ficción, «programa de radio concebido, dirigido, guionizado y presentado por Alberto García». Como su nombre lo indica es un espacio dedicado a la ciencia ficción (y a la fantasía) en los diferentes medios de difusión que usa, sea escrito o multimedia. Cada programa semanal puede centrarse bien en un tema general o bien en un sólo autor (de cine, novela, historieta o televisión), y son por lo general muy documentados. Incluso al final se da el lujo de indicar una bibliografía. Definitivamente lo recomiendo y puedes encontrarlo vía este widget:
Bueno, el tema del domingo pasado fue acerca de Larry Niven, autor estadounidense creador de, entre otras obras, la saga de Mundo Anillo, la más conocida, y en colaboración con Jerry Pournelle, La Paja en el Ojo de Dios. Esta última fue la que me llamó más la atención pues la leí hace algún tiempo (y desde entonces un par de veces más) y siempre me ha parecido una gran obra de ciencia ficción. Trata acerca de un futuro donde la Humanidad se ha expandido por varios sistemas estelares gracias al Impulsor Alderson, un motor que permite el transporte instantáneo de un sistema estelar a otro usando los flujos de energía entre las estrellas. Claro, los problemas no faltan, y menos los conflictos: se mencionan dos guerras espaciales importantes. La primera fueron las Guerras Patrióticas que significaron el fin del Condominio, la alianza entre EEUU y la URSS para la exploración y colonización espacial… y de paso la Tierra fue hecha leña a bombazo atómico limpio. A partir de allí, los remanentes de la Flota Espacial que habían evacuado a sus familias del planeta antes del Holocausto, reorganizan la Humanidad a través de una opción aristocrática y fundan el Primer Imperio del Hombre. Todo más o menos en paz por unos siglos, y ¡zas! Un nuevo ciclo de guerra, las Guerras Separatistas, que traen como consecuencia el desmembramiento del Imperio y la regresión tecnológica en gran parte de los sistemas estelares arrasados. Y eso que en el universo de la obra no se había encontrado aún la Humanidad con civilizaciones estraterrestres que les hicieran competencia… hasta que un día en un sistema estelar de la periferia del Imperio se tiene un primer contacto con la civilización de los pajeños. Allí comienza la historia de La Paja en el Ojo de Dios. En la era temprana de este blog ya he ampliado un poco más el tema, aunque la verdad no estaría mal una actualización… pero no ahora. Sólo agregar que la línea de tiempo de la obra es de Pournelle (que ha ampliado sobretodo la parte del Condominio) y que Niven habría colaborado sobretodo con el diseño de la cultura y el mundo de los alienígenas, y que un par de décadas después (La Paja es de 1975), Niven y Pournelle publicaron la secuela, El Tercer Brazo, inferior en calidad, eso sí, pero leíble. Me quedo con una frase dicha por uno de los protagonistas: «-He leído sobre batallas espaciales -dijo Joyce-. Todos los informes afirman lo mismo. Serían aburridas si no resultaran aterradoras. No llegué a creerlo en el pasado».
Bueno, en el programa dedicado a Larry Niven, el conductor de Verne y Wells Ciencia Ficción citó el fragmento una artículo publicado por Niven y Pournelle acerca de La Paja en el Ojo de Dios, titulado de manera clara y directa como Reflexiones en torno de La Paja en el Ojo de Dios. Me pareció interesante y ya que el artículo completo no se encuentra en español (ni en inglés, la verdad me gustaría saber de dónde lo sacó el Sr. García), comparto la transcripción que hice de este fragmento que se centra en las razones que les hicieron optar a los autores para usar en el futuro descrito por su obra una organización de tipo aristicrático como la que rige los destinos de la Humanidad, con un Emperador a la cabeza, un Senado, una Asamblea, Vierreyes en cada sector espacial, Condes, Marqueses, Barones y toda esa vaina. Y la verdad que sus razones -que no pasan por sus preferencias- tienen, y es interesante de entenderlas por la misma reflexión que se puede ampliar a la praxis política que los humanos tenemos.
En La Paja en el Ojo de Dios elegimos la aristocracia imperial como forma básica de gobierno humano. Se nos ha alabado [?] por eso. ¿Podemos creer nosotros realmente -se preguntan- en un gobierno imperial y en una monarquía? Eso depende de lo que quieran decir con creer. ¿Creemos en que es deseable? Sin comentarios. ¿Inevitable? Por supuesto que no. ¿Lo creemos posible? Desde luego que sí.
La teoría que se desarrolla en la obra se deriva del libro Evolución del Pensamiento Político, de C. Northcote Parkinson. Parkinson, por su parte, se hace eco de Aristóteles. Resulta de buen tono enfocar la historia como una progresión lineal: las cosas mejoran siempre y nunca empeoran, y por supuesto jamás volveremos a los días funestos de, por ejemplo, un gobierno personal. Por extraño que parezca, incluso los críticos que han atacado la pirámide aristocrática de la obra, rechazando nuestro Imperio por absurdo, se han quejado de la Presidencia Imperial de los EEUU.
Hay muchos medios de enfocar la historia y el de los ciclos de Aristóteles actualizado por Parkinson es uno de los mejores. La sociedad humana de la obra está condicionada por la tecnología y la evolución histórica. En la historia del futuro los EEUU y la Unión Soviética forman una alianza y dominan juntos el mundo durante las últimas décadas del siglo XX. La alianza no pone fin a su rivalidad, y no extraña que ni los dirigentes ni los habitantes en una nación amen a sus aliados. La Alianza del Codominio necesita una fuerza militar. Los militares necesitan algo o alguien a quien rendir lealtad: pocos hombres arriesgan su vida por un nivel de vida y hay pocas cosas más estúpidas que morir por el nivel de vida, por el propio nivel de vida. Sólo quizás morir por el nivel de vida de otro. Acaso las actitudes de las policías y los militares contemporáneos nos permiten suponer que inspiran lealtad a la Democracia o al Pueblo. Es algo al menos discutible.
En el futuro que lleva a la obra, un Almirante ruso, Lermontov, se convierte en Jefe de las Fuerzas del Codominio pese a no estar interesado en fundar una dinastía y transfiere la lealtad de la flota a dirigentes que lo están y arrastra con él a los militares en una época de gran crisis. Las crisis han producido con frecuencia firmes lealtades a dirigentes individuales: Churchil, Roosevelt, George Washington, JFK durante la “crisis de los misiles”. Un año después de la muerte de Jhon Fitzgerald Kennedy, el senador Pastore se dirigió a una Convención Nacional y obtuvo una gran ovación con estas palabras: “Y entonces se irguió JFK, con tres metros de altura”. Así se crea el Imperio.
Consideremos otra tendencia: la dictadura personal. Hay más individuos gobernados por tiranos que por la Democracia en 1975, e incluso en las democracias no faltan acusaciones de tiranía. Quizás las dictaduras no sean la tendencia del futuro. ¿Es disparatado sin embargo suponer que podrían serlo? La dictadura aparece con frecuencia en época de crisis grave: crisis de energía, población, agrícola… No podemos decir que nos falten crisis. Lo malo de una dictadura es que crea una crisis de sucesión cuando desaparece el Dictador. ¿Cómo evitar la crisis de sucesión? Un método tradicional es hacerse bonapartista: ceder el puesto a un pariente o descendiente del Dictador. Quizás no desempeñe el cargo muy bien, pero después de un número suficiente de crisis las gentes suelen desinteresarse por si el país está bien gobernado o no; sólo quieren que las cosas queden asentadas para poder seguir con la vida cotidiana. ¿Y si el hijo del Dictador gobierna bien? Entonces queda fundada una nueva Dinastía y la legitimidad se entrega a la nueva Familia Real.
Por supuesto, puede abandonarse el título de Rey: Napoleón eligió el de Emperador de los Franceses; Cromwell, el de Lord Protector; y suponemos que los EEUU estarán regidos por Presidentes durante mucho tiempo, pero puede cambiar la naturaleza de la Presidencia y la forma de acceder al cargo.
En la obra teníamos un dilema: ¿mantener los títulos y también la estructura del Imperio Aristocrático o abandonar los títulos y conservar sólo la estructura? Podíamos haber sustituido Emperador por Presidente o Canciller o Caudillo o Almirante o Posnich. Podíamos haber empleado títulos distintos a Duque, que en un principio significó “caudillo”; Conde, “compañero del Rey”; o Marqués, “Conde de las Marcas fronterizas”. Los títulos tradicionales tenían la ventaja de aportar al lector un conocimiento inmediato del estatus aproximado y de algunos de los deberes de los personajes. Hay indicios a todo lo largo de la obra que la estructura del gobierno no es un simple calco del gobierno británico o del romano o de la Inglaterra de Guillermo III. Por otra parte, hay similitudes forzadas en el Imperio por la tecnología de la que partimos.
El Gobierno Imperial no es inevitable pero es posible. La proposición alternativa es que nosotros, los hombres actuales, estamos tan adelantados que jamás volveremos a los funestos días del pasado. Sin embargo, podemos citar ensayos que demuestran exactamente esta proposición, y escritos además hace miles de años. Hay un aluvión de ellos cada pocos siglos. No somos los primeros en creer que estamos más allá del gobierno personal, de las lealtades personales y de una Religión del Estado, y puede que no seamos los últimos. El Imperio es lo que es debido al Impulsor Alderson y al Campo Langstrom. Sin el Impulsor no podría formarse un Imperio.
Pensemos, por ejemplo, en un Imperio Galáctico. ¿Qué es más probable, una Confederación con un gobierno representativo? Difícilmente inspiraría lealtad a las fuerzas militares. En la Guerra de Secesión estadounidense el principal problema de la Confederación era que las tropas se mantenían leales a su propio Estado, no al Gobierno Central. “Sistemas estelares independientes”, parece razonable pero ¿sería estable? Sin duda habría presiones para la unificación, por lo menos en algunas zonas del espacio interestelar. ¿Cómo se ha logrado la unificación en el pasado? Casi siempre por conquista o colonización o por ambos medios. ¿Cómo se ha mantenido la unidad? Casi siempre por lealtad a un caudillo, un Emperador o una dinastía, generalmente con el estímulo de la religión y la piedad. Incluso los librepensadores del siglo pasado [siglo XIX] no se avergonzaban de profesar la lealtad a la Viuda de Windsor.
El gobierno sobre grandes territorios exige lazos emocionales. Exige también estabilidad. Los gobiernos del 50% más uno no han gozado de una política particularmente estable y lo han conseguido solamente mientras la minoría del 50 menos uno estaba dispuesta a someterse. ¿Es la herencia un medio racional de elegir dirigentes? Tiene una cosa a su favor: se sabe desde el principio que el dirigente está destinado a gobernar y puede educársele para esta tarea. ¿Es eso preferible a que la educación se base en cómo conseguir el puesto? ¿Los funcionarios elegidos son mejores en las tareas de gobierno o en la lucha electoral?
Para pensar. Si hay un error en el texto, culpen al amanuense.
He puesto el canal de ivoox al principio de este post, pero si quieres oír el podcast de la referencia en específico lo tienes acá también:
Sería todo por ahora, hasta luego.
[…] ¿Por qué elegir la Aristocracia Imperial como forma de gobierno humano? (fragmento de Reflexiones … […]