[Op.Cit.]
Ya se habrán enterado: los astrónomos han detectado a fines del año pasado al asteroide 2024 YR4, que según las proyecciones de su órbita (tarda unos cuatro años en dar una vuelta alrededor del Sol) podría chocar contra la Tierra el 22 de diciembre del 2032… en una probabilidad de un 2.3%. No parece mucho (incluso considerando que al principio la probabilidad estaba calculada en 1.3%), y aún si impactara, siendo que su tamaño está calculado entre unos 40 a 90 metros no serían los suficientes para que tengamos un «evento de extinción masiva» como el que mandó a mejor vida a los dinosaurios, pero sí serían los bastantes como para borrar a una ciudad grande y sus alrededores del mapa.
Las alarmas están activadas. Los científicos siguen estudiándolo.
Nos han pedido que no caigamos en pánico. Ocho años son suficientes como para hacer algo, ya sea desviar su curso o evacuar la zona de impacto (que se prevé que será entre Colombia y Venezuela), lo que más convenga. Y aún va a volver a pasar cerca una vez antes del 2032, el 2028, para un último ajuste de la probabilidad de que coincidamos en el mismo espacio y tiempo.
Y a propósito el maestro Arthur C. Clarke describió al inicio de su novela Cita con Rama de 1973 un escenario semejante y las consecuencias que tuvo. La masa de 2024 YR4 será posiblemente menor, el de su historia pilló a la Humanidad por sorpresa, y acaso no sea la más vívida pintura de la caída de un asteroide, pero nunca está de más rescatar un fragmento de este gran autor británico.
1 – Vigilancia Espacial
Más temprano o más tarde, tenía que suceder. El 30 de junio de 1908 Moscú escapó de la destrucción por tres horas y cuatro mil kilómetros, un margen invisiblemente pequeño para las normas del universo. El 12 de febrero de 1947 otra ciudad rusa se salvó por un margen aún más estrecho, cuando el segundo gran meteorito del siglo veinte estalló a menos de cuatrocientos kilómetros de VIadivostok provocando una explosión que rivalizaba con la bomba de uranio recientemente inventada.
En aquellos días nada había que los hombres pudieran hacer para protegerse de las últimas descargas al azar del bombardeo cósmico que alguna vez marcó la cara de la Luna. Los meteoritos de 1908 y 1947 se abatieron sobre regiones desiertas; pero hacia fines del siglo veintiuno no quedaba región alguna en la Tierra que pudiera ser utilizada sin peligro para la práctica celeste de tiro al blanco. La raza humana se habla extendido de polo a polo. Y así, inevitablemente…
A las 9.46 (meridiano de Greenwich) de la mañana del 11 de septiembre, en el verano excepcionalmente hermoso del año 2077, la mayor parte de los habitantes de Europa vieron aparecer en el cielo oriental una deslumbrante bola ígnea. En cuestión de segundos se tornó más brillante que el sol y al desplazarse en el cielo – al principio en completo silencio – iba dejando detrás una ondulante columna de polvo y humo.
En algún punto sobre Austria comenzó a desintegrarse produciendo una serie de explosiones, tan violentas que más de un millón de personas quedaron con los oídos dañados para siempre. Estas fueron las afortunadas.
Desplazándose a cincuenta kilómetros por segundo, un millón de toneladas de roca y metal cayó sobre las llanuras al norte de Italia y destruyó con una llamarada de segundos la labor de siglos. Las ciudades de Padua y Verona fueron barridas de la faz de la Tierra; y las últimas glorias de Venecia se hundieron para siempre en el mar cuando las aguas del Adriático avanzaron atronadoras hacia tierra después de aquel golpe fulminante venido del espacio.
Seiscientas mil personas murieron, y el daño material se calculó en más de un trillón de dólares. Pero la pérdida que significó para el arte, la historia, la ciencia – para el género humano en general por el resto de los tiempos estaba más allá de todo cálculo. Era como si una gran guerra hubiese estallado y se hubiese perdido en una sola mañana, y pocos pudieron sentir algún placer por el hecho de que, mientras el polvo de la destrucción se depositaba, el mundo entero presenció durante meses los más espléndidos amaneceres y ocasos que se recordaban desde el Krakatoa.
Después del estupor inicial, la humanidad reaccionó con una determinación y una unidad que no habría podido demostrar en ninguna época anterior. Semejante desastre, de ello se tuvo plena conciencia, podía no volver a ocurrir en mil años, pero podía volver a ocurrir al día siguiente. Y la próxima vez las consecuencias podían ser aun peores.
Pues bien: no habría una próxima vez.
Cien años antes, un mundo mucho más pobre, con recursos muchísimo más débiles, había dilapidado sus bienes en el intento de destruir armas lanzadas con espíritu suicida por la humanidad contra si misma. El esfuerzo no tuvo éxito, pero las habilidades adquiridas no se habían olvidado. Ahora podrían ser puestas al servicio de un objetivo más noble y utilizadas en una escala infinitamente más vasta. A ningún meteorito lo bastante grande corno para provocar una catástrofe se le volvería a permitir que violara las defensas de la Tierra.
Así comenzó el Proyecto Vigilancia Espacial. Cincuenta años después, y en una forma que ninguno de sus diseñadores habría sido capaz de prever jamás, justificó su existencia.
Sobre los rumores de la adaptación cinematográfica de esta novela, Cita con Rama, parece que Morgan Freeman, quien tendría los derechos a través de su productora Revelations Entertainment, no se rinde aún, y recientemente Denis Villeneuve (La Llegada, Dune, Blade Runner 2049) ha dicho lo siguiente:
«Existe la posibilidad de adaptar una novela de Arthur C. Clarke, ‘Cita con Rama‘. Como ‘2001: Una odisea del espacio‘, trata de astronautas que entran en contacto con otra civilización. Es una exploración en la que nos enfrentamos a una tecnología que podría existir de forma realista en el futuro, a diferencia de ‘Dune’, que se inclina más hacia la fantasía. Por primera vez, podría trabajar en ciencia ficción dura. Me encantaría hacer algo así al menos una vez en la vida».
Lo hizo en medio de una entrevista de hace un par de semanas, donde deambulando por los pertinentes pasillos del último videoclub de París refiere distintas películas que fueron parte de su formación y alimento cinéfilo, como 2001: Una Odisea del Espacio, dirigida por Stanley Kubrick basada en una idea y co-guión de justamente Arthur C. Clarke, quien paralelamente escribió la novela de la película ganándose ambas (película y novela) un status de obras de culto.
Video realizado y subido por Konbini. También lo puedes ver acá. Está en francés, y su mención del proyecto de Cita con Rama empieza en el minuto 19:37.
Es cierto que está en eso desde el 2021, que fue la primera vez que se le relacionó con el proyecto, pero la esperanza no se pierde.
La yapa:
Comentarios