[A-Review]
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El transhumanismo es un tema apasionante: la idea de que los humanos trascenderemos de nuestra condición biológica a un estado más sofisticado gracias a los avances en robótica, inteligencia artificial y manipulación genética…
Pero también es un asunto turbio: no atados a nuestra configuración natural, sea dotados de cuerpos artificiales cibernéticos, sea con la conciencia digitalizada y/o sincronizada en la nube, sea aún de carne pero potenciados para soportar todo tipo de entornos hasta vencer al Gran Enemigo, la Muerte… ¿seguiríamos siendo humanos? Si le quitas la fragilidad de su existencia ¿al final qué es un humano… acaso sus recuerdos, sus sentimientos, sus lazos con otros humanos, su alma…?
El anime Inuyashiki, basado en el manga del mismo nombre de Hiroya Oku, autor de Gantz, nos sumerge en la historia de un par de personas muy distintas entre sí que por un accidente cósmico obtienen unas extraordinarias capacidades. Capacidades que a los ojos de sus antiguos semejantes los equiparan a dioses. Dioses rotos que en crisis existencial buscan sentirse humanos de dos maneras totalmente opuestas.
El viejo
Ichiro Inuyashiki es un hombre de 58 años que no los aparenta: parece mucho mayor. Tiene esposa, dos hijos y un rutinario puesto de oficinista. Un hombre gris, débil, que destaca tan poco que lo mismo en su casa como en el trabajo apenas lo toman en cuenta.
Un día le descubren un cáncer al estómago que lo matará en unos meses. Devastado por la noticia, le cuesta que su familia se interese en él como para informarles y sale con su perro a un parque a lamentar lo vacío de su vida. Cuando se levanta hay un joven en el parque que mira al cielo. Cielo de donde les cae encima de repente una nave alienígena que sin derecho a réplica los pulveriza.
Al darse cuenta de que han matado a dos habitantes sapientes del planeta, los extraterrestres ocupantes del OVNI se apuran a reconstruirlos con lo que tienen a mano, que es equipo militar. Así, ambos se ven convertidos en un par de androides repletos de armas, que pueden volar e incluso curar con una simple imposición de manos (también, matar a distancia).
Acá hay que decir que el Sr. Inuyashiki siendo todo lo corriente y mediocre que se podría ser, era un hombre preocupado no sólo por el bienestar de su familia sino también deseoso de ayudar al prójimo. En definitiva, un buen hombre, pero cuyas limitaciones le impedían ayudar como quisiera.
Por ello, al descubrir sus nuevas habilidades y luego de tener un nuevo colapso por lo absurdo de haber sido convertido en una máquina, decide usar su don para el bien. Se vuelve un héroe anónimo que ayuda a la gente que está en problemas, que incluso se escabulle en los hospitales para curar personas desahuciadas. Todo sin pedir nada a cambio. Es su manera de sentirse humano de nuevo.
Pero este nuevo propósito que ha asumido se tropieza con Hiro Shishigami.
El joven
Hiro Shishigami es un adolescente de 17 años, compañero de clase (coincidentemente) de Mari Inuyashiki, la hija del Sr. Inuyashiki. No mal parecido, ávido lector de manga, es un chico serio que expresa querer mucho a su familia y a su mejor amigo, Ando Naoyuki, al que le hacen bullying y ha dejado de ir al colegio. Sus padres se han divorciado y vive con su madre en un apartamento corriente.
¿Qué estaba haciendo a esas horas de la noche en cierto parque donde un anciano se lamentaba de su vida? ¿Quizás reflexionando en la fragilidad de la vida humana luego de ser testigo de cómo un hombre se suicidaba lanzándose a las vías del tren? El caso es que allí estaba y sufrió el mismo destino del Sr. Inuyashiki: ser convertido en una máquina.
Pero él era él. Sí, aparentemente tiene fuertes lazos con su familia y su amigo… pero más allá de eso el resto de la gente le daba igual. Sólo así se entiende que decidiera hacer lo que hizo: allanar casas al azar para matar a sus habitantes, incluso niños y ancianos, para sentirse humano de nuevo. Crímenes horrendos que ponen en vilo a la comunidad.
El Sr. Inuyashiki lo conoce cuando trata de salvar a una de sus víctimas y se vuelven antagonistas obvios. También acaba aliándose con Ando Naoyuki, cuando se aleja de su amigo Hiro Shishigami al saber las cosas horribles que está haciendo, como el asesinar a sangre fría, a la luz del día y a distancia a sus abusadores.
Shishigami termina siendo identificado y huye de la policía mientras su familia sufre las consecuencias de haber engendrado a un monstruo.
Quiere el destino que en su huida se encuentre a Shion Watanabe, otra de sus compañeras de clase la cual está enamorada de él, y que se ofrece a esconderlo. En la clandestinidad, poco a poco es convencido por Shion de que debe de dejar de lastimar a la gente y en cambio la ayude. Ella es una buena persona, que sabe de perder a sus seres amados al tener a sus dos padres muertos por el cáncer, una condena que ella sabe que también le espera.
Quizás Shishigami acaba entendiendo porque él mismo ya había perdido a su mejor amigo, y luego a su madre que se suicida de vergüenza y dolor. Como si quisiera compensar las masacres que hizo empieza a curar a la gente, y eso pareciera que lo llena y empieza a recuperar una vida familiar junto a Shion y su abuela, con quienes fortalece lazos.
Pero sigue siendo un fugitivo y sus crímenes no han sido perdonados por la sociedad. Cae una fuerza especial a su refugio, lastiman a Ando y a su abuela, él lastima a los atacantes a su vez y todo lo avanzado queda en nada: ahora decide que todos en Japón, excepto sus seres queridos, deben de morir para que tenga paz.
Dos caminos
Como adelanté al inicio el contrapunto de las posiciones de ambos protagonistas frente al poder casi ilimitado (el altruísmo del Sr. Inuyashiki vs. el egoísmo de Shishigami) son el centro de la historia de esta serie. Eso, junto a la pregunta adjunta: ¿qué te hace humano?
La respuesta sería que no hay respuesta simple. La experiencia humana es amplia pero todo se centra en la consciencia. Un humano es una voluntad de hacer o no hacer, de decidir lo que es bueno o malo y seguir lo uno o lo otro.
Shishigami acaso era de por sí una persona enferma que al obtener su cuerpo robótico pudo por fin dejarse llevar de sus deseos reprimidos, su complejo de superioridad y su sociopatía. Su falta de empatía así parece insinuarlo. El Sr. Inuyashiki, en cambio, no se consideraba alguien valioso, se menospreciaba porque el mundo sentía que lo menospreciaba, y es el cáncer que lo condena quien le permite estallar de desesperación ante la injusticia de este. Estaba preparado para el milagro si este se daba, y al final al darse y aceptarlo, su agradecimiento no halla otra forma de expresión que el convertirse en un héroe. Y todo desde la soledad y la discreción. Era la madera de la que estaba hecho, pero en Shishigami incluso cuando Shion lo lleva a recapacitar su decisión es inestable. ¿Siquiera su preocupación y aprecio por su familia y mejor amigo primero y luego por Ando y su abuela después eran sinceros? Es difícil estar seguros, es inescrutable. A ratos pareciera que sí, pero a ratos que sólo es una fachada para autoconvencerse que es aún humano, incluso en su autosacrificio final.
Como una serie de ciencia ficción Inuyashiki se hace estas preguntas desde la anticipación tecnológica de un escenario transhumanista. Sin embargo Hiroya Oku como autor original no puede con su genio y lleva la historia en el material de base (arrastrando a esta su adaptación) por senderos metafísicos al dotar a los protagonistas ya no sólo con capacidades balísticas, de vuelo y de interconectividad avanzadas sino también volviéndolos capaces de sanar personas al contacto (que se podría explicar con nanotecnología) o de matarlas vía internet (que ya va más allá de lo que la física plausible puede hacer). De allí a la Divinidad plena sólo hay un paso. Que no lo tomara fue bueno.
Un destino
Con una animación cumplidora que usa de un CGI en momentos puntuales que a ratos luce muy robótica, un apartado musical a la misma altura, un ritmo que puede decaer en su segundo tercio junto con la postergación de la historia del Sr. Inuyashiki para centrarse en la de Shishigami y un final no por anticipado menos abrupto, Inuyashiki sigue siendo una serie disfrutable que tiene su parte de reflexiva. No es un desperdicio de tiempo, incluso sólo sea por colarnos un inesperado protagonista de la «tercera edad» en una industria que sobrecelebra la juventud.
Pueden ver esta serie en Crunchyroll.
Otrosí: No veía cómo tocar el tema, pero después de varios años he logrado recuperar el dominio original de mi web principal. ElTakana.com. Parece que se descuidaron por fiestas de fin de año de renovarlo, así que lo pude adquirir sin pagar los miles de dólares que me pedían, habrase visto. Será motivo para un brindis.
La Yapa: