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En tiempos tan complacientes como los que vive Hollywood el body horror como género asociado a la deformación física ha sido marginado. No podía ser de otra manera, ya que la presentación en pantalla de cuerpos destrozados o desfigurados como los de las cintas de David Cronenberg, uno de los maestros de este género que lo popularizó en las décadas de los 1970’s y 1980’s, es algo que no puede encajar en los planes de las distribuidoras por traernos cine consumible masivamente cuya quintaesencia es aquel donde se lleva a toda la familia. Algo lamentable, pues esa actitud además conspira en renunciar a retar la sensibilidad del espectador, haciendo que las controversias en las cuales pueden ahondar no sean tales, vaciándolas de auténtica valentía. Es cine eunuco.
Por ello una cinta como La Sustancia en este 2024, de la directora Coralie Fargeat (que dirigiera Revenge el 2017), aún con algunos peros que se le pueda hacer, es valiosa por cómo se atreve a incomodarnos con lo descarnado de sus imágenes. La ves y la sientes en tus entrañas, interiorizando su crítica a la preocupación por la apariencia y la juventud en el mundo moderno, en general, preocupación que se vuelve obsesión para la industria del espectáculo, suerte de moledora de carne joven, en especial.
ADVERTENCIA: De acá en adelante vienen spoilers.
Todo tiempo pasado…
La historia sigue a Elisabeth Sparkle (interpretada por Demi Moore, quien junto con sus coprotagonistas hace un gran papel) quien antaño fuera una celebridad de Hollywood con todo y una estrella con su nombre en el Paseo de la Fama y un Óscar en sus manos. ¿Cuánto tiempo? ¿Veinte años, treinta quizás? En todo caso los suficientes para que en su cumpleaños número cincuenta el productor del programa de aeróbicos donde ha recalado y al que ha dedicado gran parte de su vida, Harvey (interpretado por Dennis Quaid, que también compone un personajazo lo mismo sórdido que efectista), decidiera que ya estaba muy vieja y prescinde de sus servicios, le da la oportunidad de explorar nuevas posibilidades… o sea la despide.
Shockeada, mientras se retira en su auto ve cómo unos toscos obreros están retirando un cartel con su rostro y esa distracción la hace chocar. Mientras es atendida en el hospital, en medio de una crisis de nervios, el enfermero que la atiende le entrega un pendrive con una nota: «Esto cambió mi vida». El pendrive dice en una tipografía llamativa «The Substance» y cuando lo conecta a su televisor encuentra que es el video promocional de algún tipo de ¿tratamiento de rejuvenecimiento, una secta? Al principio no hace caso, pero luego recapacita y hace el pedido.
Lo que recibe es una serie de sueros, cánulas, jeringas, depósitos y bolsas con concentrado nutritivo. Siguiendo las indicaciones se inyecta el suero (el activador que se recalca que sólo se puede usar una vez) y su cuerpo se derrumba en medio de espasmos de dolor, mientras que de su espalda surge una versión joven de ella misma, la cual continúa con el resto de los pasos, atendiendo a su otro yo inconsciente, alimentándola con la bolsa de concentrado nutritivo y extrayendo de su médula espinal el liquido que le permitirá estar estable un día más de un ciclo de siete días después de los cuales su conciencia debe de volver a su cuerpo original mientras su nuevo cuerpo descansa por otros siete días. Un equilibrio que no debe de ser perturbado. Y que no olvide que son sólo una.
Una nueva vida
Con su cuerpo renovado, que se hace llamar Sue (interpretada por Margaret Qualley, que fuera Mia, la novia del Kira del live action de Death Note, pero que luego consiguiera desquitarse con sus papeles en Revenge, Once Upon a Time in Hollywood y este), acude a las audiciones para reemplazar el programa de Elisabeth Sparkle, y con su belleza y lozanía (cuerpo fresco, dinero fresco) logra convencer al productor Harvey y al resto de directivos para contratarla. Sue, encantada, pone una condición: que sólo puede trabajar semana por medio porque cada siete días debe de irse a su pueblo a cuidar de su madre anciana. Un amor la chica.
La suerte le sonríe y su programa tiene éxito, pero esa es Sue. Cada semana, cuando Elisabeth está a cargo, ésta sólo se recluye mientras espera a que llegue el nuevo ciclo, volviéndose más insegura acerca de la extraña situación en la que vive. Por su lado Sue vive de exceso en exceso y un día al final de su semana cuando lleva a un hombre a su departamento en medio de las caricias empieza a sentir que se desvanece. Desesperada hace lo que no debe de hacer y extrae algo más del líquido espinal de Eisabeth para unas horas más de conciencia, lo cual trae graves consecuencias a esta a la mañana siguiente: Elisabeth ve horrorizada cómo uno de sus dedos ha envejecido de improviso. Llama al servicio técnico y este le dice que no se puede hacer nada, que es irreversible, que debe de tener más cuidado en el futuro y que no se olvide que ellas son una. También le propone que si lo desea puede enviarle un kit para acabar con la «experiencia» y deshacerse de Sue, pero Elisabeth lo descarta.
Sin embargo las desavenencias entre Elisabeth y Sue empeoran. Cada una se indigna del reguero que la otra deja en el departamento cuando vuelven a tomar el control, la una bebiendo y trayendo hombres para tener relaciones, siempre pasándose de su tiempo, y la otra comiendo sin parar. Este conflicto llega a su cúspide cuando Sue es considerada para ser la anfitriona del programa especial de Año Nuevo en unos meses, lo cual es una gran oportunidad. Entonces decide que ya no quiere desaparecer de nuevo. Ordeña el líquido espinal de Elisabeth para continuar estando en control indefinidamente, hasta que se le acaba justo el día antes del evento. Ahora es su turno de llamar al servicio técnico, quienes luego de echarle la bronca le dicen que el líquido sólo se renovará cuando deje a Elisabeth recuperar el control. Sin poder hacer más, Sue pierde la conciencia.
Final del camino
El horror de Elisabeth al despertar y ver lo que el abuso de Sue ha hecho con su cuerpo es indefinible. Apenas reconocible, jorobada, arrugada, casi calva, con las articulaciones retorcidas, toda deshecha, decide deshacerse de su alter ego, hace el pedido para la cancelación, pero cuando va a ejecutarlo se hecha para atrás. Acá Sue despierta y al darse cuenta de lo que casi hace Elisabeth reaciona violentamente y en una pelea nada alegórica mata a su original. Ahora ella es la única.
Sin embargo lo peor está por venir. Cuando está en los preparativos para la Gala de Año Nuevo el cuerpo de Sue empieza a desmoronarse: primero pierde un diente, luego una uña… al final se le cae una oreja. Desesperada, vuelve a su departamento pero nada puede hacer sin Elisabeth. Entonces hace lo primero que le dijeron que no hiciera: se inyecta el activador de un solo uso con la esperanza de generar un nuevo cuerpo.
Pero lo que sale de ella es un amasijo informe, con extremidades y rostros de más que casi arrastrándose mal cubierto por un vestido y con una foto de Elisabeth tapando su desfigurado rostro principal llega al estudio para terminar siendo rechazada por los asistentes cuando sube al escenario, en una escena grotesca con litros de sangre salpicándolo todo y ella con una cabeza menos ahora sí arrastrándose mientras su cuerpo se deshace y sólo queda al final el rostro de la Elisabeth original que llega a morir disolviéndose sobre su estrella rajada en el Paseo de la Fama.
Alegorías, referencias
La directora no es nada sutil en sus críticas tanto a la industria del entretenimiento como a la sociedad a la que esta entretiene, superficial, gerontofóbica, objetivizadora de las mujeres, depredadora… Aunque esa tosquedad puede también jugarle en contra cuando en su último tramo decide apretar el acelerador y darnos una resolución tan grotesca que casi parece parodia. Como si fuera una pesadilla indigesta, atrae lo mismo que repele. Pero entiendo por qué lo hizo: quería desafiar los convencionalismos y ello le alcanzó para llamar la atención de la crítica desde su estreno en Cannes donde fue elogiada.
Tampoco se corta al momento de hacer referencias, tanto a clásicos como El Resplandor de Kubrick (en el pasillo del estudio, casi calcado del del Hotel Overlod), Odisea del Espacio (en el pulcro diseño del local donde recoge La Sustancia), como al mismo Cronenberg y su La Mosca cuando se deshace el cuerpo de Sue, a Carrie de Brian de Palma en la escena de la Gala malograda, etc. Incluso que la última copia se ponga una foto recortada del rostro de la Elisabeth original sería un guiño al final de Deadpool.
Como punto en contra puedo decir que aparte de su final polarizante, el mismo conflicto es ambiguo. Me explico: La Sustancia se supone que promete que generará una mejor versión de su usuario y advierte que no deben de olvidar que ambas, el original y la copia, son una. ¿Qué significa eso? ¿Que comparten conciencia y que por eso una duerme mientras la otra está despierta? Podría ser, pero desde muy temprano deja de haber indicios de ello. Sue y Elisabeth en ningún momento pasado el primer cambio dan señales de estar conscientes de los detalle de lo que ha hecho la otra en su turno. De allí la sorpresa e indignación de ambas cuando se despiertan y ven cómo la otra ha dejado la casa, de allí la indiferencia de Sue acerca del estado del cuerpo de Elisabeth mientras pueda utilizarlo como su vaca de fluido espinal.
Siendo así, entonces ¿qué gana Elisabeth en toda esta situación? Si no recuerda lo que vive Sue y sólo está allí de espectadora pasiva, como si estuviera alojando a una completa extraña con la que ni siquiera se comunica. Otra cosa sería que nos mostraran que sí lo recuerde aunque sea como un sueño y eso le hiciese continuar. O que la razón que la decidió a involucrarse en esto fuera que no tiene cómo mantener su estilo de vida y Sue aporta su sueldo como estrella en ascenso.
¿Esa ambigüedad es un error o es un recurso narrativo para enfatizar el horror? Yo veo mas bien una capa adicional en la narrativa que faltó cuajar por completo, quizás una idea que sobrevivió de los primeros borradores.
Mommy isuues
¿Qué sería esto? Una alegoría de la directora acerca de su visión de la maternidad tóxica. Sue sería así más que un simple clon una hija a la que su madre, Elisabeth, empuja al mundo del espectáculo para proyectarse y hallar su continuidad en ella. Su misma llegada al mundo tiene mucho de parto, con la espalda de Elisabeth abriéndose como una gran herida de cesárea. De esta manera la excusa inicial de Sue de que debe de ausentarse del trabajo semana por medio para cuidar de su madre anciana sería más verdad que mentira.
El conflicto interior sería entonces la sensación de la hija, Sue, de que su madre anciana le es sólo una carga, lo que le lleva a aprovecharse de lo que aún le puede dar y aún así descuidar su bienestar. Elisabeth por su parte tarde se da cuenta del monstruo ingrato que ha dado a luz pero aún así duda en deshacerse de él, lo cual la lleva a su muerte.
La Yapa: