[OP. Cit.]

Insulto fino.

El Testamento de Quevedo

Queriendo insultar a dos notarios, viviendo en la calle de San Roque, Quevedo se fingió enfermo y con pretexto de hacer testamento los mandó llamar.

Llegan y se sientan cada uno al lado de la cama; sacan papel, tinta y demás útiles y le indican que puede empezar.

Quevedo incorporándose improvisó la siguiente relación:

Nada tengo que dejar
pero por si acaso muero,
conste que con mi dinero
nadie se va a veranear.
Todos debemos testar
para así evitar cuestiones,
en mí no caben razones
porque a Cristo no imité,
mas yo que le desprecié
derrochando hasta mi suerte
quiero imitarle en la muerte
muriendo entre dos ladrones.

Los notarios salieron haciendo “fu” como el gato.

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Quevedo era todo un personaje, y como tal acabó en la tradición popular como protagonista de ciertos cuentos satíricos, verdes y hasta colorados. Y no sólo en España. En el mismo Puno, entre mi gente, también he oído varios donde Quevedo (o Pedro Hortemal, como también se le llama) se pasea a sus anchas haciendo de las suyas con hacendados, curas y demás gente “decente”. Está pendiente su recopilación, pues el texto líneas arriba en realidad no es uno de ellos, sino que lo he sacado de una colección que encontré por allí y tenía refundida en mi biblioteca, la cual comparto pues la verdad los hay que son muy graciosos.

Y ya que estamos hablando de notarios, una pequeña caricatura acerca de los poderes de tan importantes profesionales:

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Por UnOsoRojo

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