Luz (cuento)

[Arena Roja]

De entre mis papeles.

Luz

Algo que había sucedido inesperada e inexplicablemente. Algo que de la misma manera que apareció se desvaneció, haciendo del que hubiera sido un aburrido domingo un absurdo misterio. Algo que a decir verdad no pasó de un hecho inocuo e inútil, salvo para darnos importancia ante los forasteros.

Dormía esa mañana pesadamente como un santo en su sepulcro, luego de llegar a media madrugada de la fiesta de un amigo. No es que hubiera tomado más de lo que mi organismo pudiera tolerar sino que estaba realmente exhausto. La razón de que estuviera exhausto no la puedo contar, pues “los caballeros no tienen memoria”. Además, no recuerdo cómo se llamaba. Tampoco recuerdo si soñé algo, así que estoy imposibilitado de añadir un prólogo presagioso a esta narración corta y no voy a mentir como acostumbran los mentirosos profesionales, o sea los escritores. Confórmense con el párrafo de arriba nomás.

Dormía, ya he dicho, profunda y plácidamente (nadie jamás me ha dicho que ronco), cuando tocaron a mi puerta: era la empleada: “Joven, despierte”, diciendo. Yo, heroicamente, me resistí a levantarme a pesar del estrepitoso castigo que le daba a la madera.

–Déjame dormir –le dije.

–Salga al techo, joven –me contestó–. ¡Venga a ver esto!

–¿Al techo?… ¿Qué cosa hay en el techo?

No me respondió. Oí a mi madre apurada subiendo las escaleras, a mi hermana menor chillando como si una piñata hubiera sido despanzurrada… No entendía qué cosa estaría pasando, qué sería tan importante, mas dándome cuenta de que ya era de día… es más, por la claridad en mi cuarto debía de ser como medio día, o sea muy tarde para dormir y sí hora de almorzar, me resigné a salir de mi crisálida. Era raro, no me sentía nada descansado… y mi reloj despertador proclamaba unas 4:40 insensatas. Seguro que se había malogrado, y con ese pensamiento, que debía de comprar un despertador nuevo salí de mi cuarto a un radiante día.

Mis ojos tardaron en acostumbrarse a la luz, y mi mente algo más en asimilar la incongruencia de no hallar un sol en el cielo. Lo que pasaba (y lo cual era el mayor sinsentido que se me hubiera ocurrido) era que aún no había amanecido. “¿Y esto?”, pensé.

–Ma…

Mamá estaba rezando emocionada, y mi hermanita correteando por allí de la mano de la empleada.

–Milagro, milagro… –empezó a decirme mamá. Las otras dos locas seguían en su ronda.

Tratando de buscar el origen del resplandor miré por todos lados; en la calle, la gente, unos desorientados, otros en arrebato místico como mi madre, la mayoría en ropa de dormir, miraban el extraño fenómeno de brillantez injustificada que los rodeaba. Era como si la luz saliera de todas partes, de las casas, del suelo, de los cerros. Sólo los organismos vivos no brillábamos sino que éramos bañados por ella. “Acaso así se verá el cielo de los cristianos”, pensé. “El mundo en algodón”, me dije.

Boquiabiertos, la gente esperó. Quizás era el Día cuando veríamos descender al Cordero de Dios. Quizás las Trompetas estarían ya preparadas para tocar… ¿y entonces?

Entonces, nada. De un momento a otro fue como si una mano hubiera bajado el interruptor, y el mundo se volvió vacío y oscuro, de no ser porque en el este se veía el Sol salir a un nuevo día con cara de desorientado… él también.

Así fue. ¿Un par de horas pueden provocar tanto revuelo? La gente, a varios años de ello aún discute y se vanagloria ante los de afuera. Algunos locos se golpean el pecho y rezan sin descanso a cada crepúsculo. Quizás Dios estaba haciendo una prueba localizada, pues por lo que supimos luego sólo nuestro pueblo (que si no era por esto nadie lo recordaría) pasó por esta experiencia. Nadie lo sabe. Otros en cambio dicen que mas bien huele a cosa del Otro. Yo no sé. No me importa, como no me importó entonces.

Mamá, mi hermana y la empleada, cuando acabó todo se quedaron calladas sin saber qué decir. Yo rompí el silencio:

–Mamá, voy a dormir un poco más. Levántame para el desayuno –le dije.

La verdad me moría de sueño.

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¿La maravilla se puede banalizar? Pienso que una sociedad cínica es capaz de ello, sobretodo si esta maravilla es mero artificio. Estéril escribí, ¿no?

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