Hoy es SáGATO (V): Poesías a los Gatos

[Op. Cit.]

Lo prometido es deuda; y esta vez nos ponemos vates.

A lo largo de la historia, los gatos han sido una obsesión para muchos escritores. Acaso por el carácter independiente, solitario, sedentario e individualista del “vano oficio”, acaso por esa actitud gatuna de suprema independencia que a los amantes de los gatos nos fascina. El punto es que de H. G. Wells a Julio Cortázar, del maestro Borges a Walter Scott, es común encontrar escritores y gatos en la misma foto. Y claro, si los tienen cerca, ¿porqué no dedicarles un poema o convertirlos en metáfora? Así he encontrado esta selección de poemas gatunos.

Jorge Luis Borges

A un Gato

No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.

Charles Baudelaire

XXXIV – El gato

Ven, bello gato, a mi alma amorosa;
guarda las garras de tu pata,
y hundirme déjame en tus bellos ojos,
mezclados de ágata y metal.

Cuando a gusto mis dedos acarician
tu cabeza y tu lomo elástico,
y mi mano se embriaga del placer
de palpar tu eléctrico cuerpo,

veo el fantasma de mi amor. Sus ojos,
cual los tuyos, amable fiera,
fríos, profundos, cortan como un dardo,

y, de los pies a la cabeza,
aire sutil o aroma peligroso,
nadan en torno al cuerpo bruno.

LI – El gato

I
Por mi cerebro se pasea,
lo mismo que por su aposento,
un bello gato, dulce y fuerte.
Apenas se oyen sus maullidos,
pues es su timbre así de tierno;
mas su voz gruña o se apacigüe,
es siempre rica y es profunda.
Ese es su encanto y su secreto.
Esta voz, que gotea y pasa
a mi fondo más tenebroso,
me llena como un largo verso,
me regocija como un filtro.
me duerme los más crueles males,
todos mis éxtasis contiene;
para decir las frases más
largas, palabras no precisa.
No, no hay arco que muerda en mi
corazón, perfecto instrumento,
y que a su cuerda más vibrante
haga cantar con más verdad,
que tu voz, gato misterioso,
ga to seráfico y extraño,
en quien todo es, como en un ángel,
tan armonioso cuan sutil.

II
Su piel rubia y morena exhala
tan dulce aroma, que una tarde
fui embalsamado por haberle
tocado una vez, una solamente.
Él es el duende del lugar;
él juzga, él preside, él inspira
todas las cosas en su imperio;
¿tal vez es hada, tal vez dios?
Cuando mis ojos dócilmente,
atraídos cual por imán,
hacia el amado gato vuelvo
y me miro dentro de mí,
con estupor contemplo el fuego
de sus tan pálidas pupilas,
claros fanales, vivos ópalos,
que fijamente me contemplan.

LXVI – Los gatos

Los amantes fervientes y los sabios austeros,
aman del mismo modo, en su edad ya madura,
los gatos poderosos y dulces, el orgullo
del hogar, sedentarios y frioleros, cual ellos.
Amigos de la ciencia y la delectación,
de las tinieblas buscan el horror y el silencio;
del Erebo serían los fúnebres corceles,
si pudiesen al yugo someter su fiereza.
Adquieren, mientras sueñan, las noches actitudes
de esfinges que se alargan allá en sus soledades,
que en un sueño sin fin parece que durmieran;
mágicas chispas llenan sus costados fecundos,
y partículas de oro, como una arena fina,
en sus pupilas místicas vagamente fulguran.

Thomas Stearns Eliot

El nombre de los gatos

El nombre de los gatos es una cuestión delicada,
no es tan sólo uno de esos juegos para un día
feriado;
ustedes pensarán que estoy loco como un
sombrerero
cuando afirmo: un gato debe tener
tres nombres distintos.

Primero, está el nombre que la familia emplea
a diario,
como Pedro, Augusto, Alonso, Jaime,
como Víctor o Jonás, Jorge o Bill Baily,
todos ellos sensatos nombres cotidianos.
Si suponéis que suenan mejor, existen nombres
más fantasiosos,
algunos para los caballeros, otros para las damas,
como Platón, Admeto, Electra, Deméter,
sensatos nombres cotidianos también estos.
Pero yo sostengo que un gato debe tener un
nombre exclusivamente de él,
un nombre especial y más digno,
de otro modo, ¿cómo podría mantener erguida su cola,
o alardear de sus bigotes, o alimentar su orgullo?
Nombres de esa clase yo puedo sugerirles muchos
Mankustrap, Quaxo, o Coricopat,
Bombalurina, o bien Jellylorum,
nombres que nunca pertenecen a más de un gato.
Pero además de esos nombres todavía queda otro,
el nombre que jamás lograremos adivinar,
el nombre que ninguna búsqueda humana puede
descubrir
pero que el gato conoce, aunque nunca
habrá de confesarlo.
Cuando sorprendan a un gato en intensa meditación,
la causa, les advierto, es siempre la misma:
su mente está entregada a la contemplación
del pensamiento, del pensamiento, del pensamiento
de su nombre,
su inefable, efable,
efinefable,
profundo e inescrutable Nombre único.

Federico García Lorca

Canción novísima de los gatos

Mefistófeles casero está tumbado al sol.
Es un gato elegante con gesto de león,
bien educado y bueno, si bien algo burlón.
Es muy músico; entiende a Debussy,
mas no le gusta Beethoven.
Mi gato paseó de noche en el teclado,
¡Oh, que satisfacción de su alma! Debussy
fue un gato filarmónico en su vida anterior.
Este genial francés comprendió la belleza
del acorde gatuno sobre el teclado. Son
acordes modernos de agua turbia de sombra
(yo gato lo entiendo).
Irritan al burgués: ¡Admirable misión!
Francia admira a los gatos. Verlaine fue casi un gato
feo y semicatólico, huraño y juguetón,
que mayaba celeste a una luna invisible,
lamido por las moscas y quemado de alcohol.
Francia quiere a los gatos como España al torero.
Como Rusia a la noche, como China al dragón.
El gato es inquietante, no es de este mundo. Tiene
el enorme prestigio de haber sido ya Dios.
¿Habéis notado cuando nos mira soñoliento?
Parece que nos dice: la vida es sucesión
de ritmos sexuales. Sexo tiene la luz,
sexo tiene la estrella, sexo tiene la flor.
Y mira derramando su alma verde en la sombra.
Nosotros vemos todos detrás al gran cabrón.
Su espíritu es andrógino de sexos ya marchitos,
languidez femenina y vibrar de varón,
un espíritu raro de inocencia y lujuria,
vejez y juventud casadas con amor.
Son Felipes segundos dogmáticos y altivos,
odian por fiel al perro, por servil al ratón,
admiten las caricias con gesto distinguido
y nos miran con aire sereno y superior.
Me parecen maestros de alta melancolía,
podrían curar tristezas de civilización.
La energía moderna, el tanque y el biplano
avivan en las almas el antiguo dolor.
La vida a cada paso refina las tristezas,
las almas cristalizan y la verdad voló,
un grano de amargura se entierra y da su espiga.
Saben esto los gatos mas bien que el sembrador.
Tienen algo de búhos y de toscas serpientes,
debieron tener alas cuando su creación.
Y hablaran de seguro con aquellos engendros
satánicos que Antonio desde su cueva vio.
Un gato enfurecido es casi Schopenhauer.
Cascarrabias horrible con cara de bribón,
pero siempre los gatos están bien educados
y se dedican graves a tumbarse en el sol.
El hombre es despreciable (dicen ellos), la muerte
llega tarde o temprano ¡Gocemos del calor!
Este gran gato mío arzobispal y bello
se duerme con la nana sepulcral del reloj.
¡Que le importan los senos del negro Eclesiastés,
ni los sabios consejos del viejo Salomón!
Duerme tu, gato mío, como un dios perezoso,
mientras que yo suspiro por algo que voló.
El bello Pecopian se sonríe en mi espejo,
de calavera tiene su sonrisa expresión.
Duerme tu santamente mientras toco el piano.
este monstruo con dientes de nieve y de carbón.
Y tú gato de rico, cumbre de la pereza,
entérate de que hay gatos vagabundos que son
mártires de los niños que a pedradas los matan
y mueren como Sócrates
dándoles su perdón.

Pablo Neruda

Oda al gato

Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.

El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar a la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.

No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.

Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.

Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.

Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.

Olga Orozco

Poema XII

¡Y hay quien dice que un gato no vale ni la mitad de un
perro muerto!
Yo atestiguo por tu vigilia y tus ensalmos al borde de mi
lecho,
curandera a mansalva y arma blanca;
por tu silencio que urde nuestro código con tinta
incandescente,
escriba en las cambiantes temporadas del alma;
por tu lenguaje análogo al del vaticinio y el secreto,
traductora de signos dispersos en el viento;
por tu paciencia frente a puertas que caen como lápidas
rotas,
intérprete del oráculo imposible;
por tu sabiduría para excavar la noche y descubrir sus presas
y sus trampas,
oficiante en las hondas catacumbas del sueño;
por tus ojos cerrados abiertos al revés de toda trama,
vidente ensimismada en el vuelo interior;
por tus orejas como abismos hechizados bajo los sortilegios
de la música,
prisionera en las redes de luciérnagas que entretejen los
ángeles;
por tu pelambre dulce y la caricia semejante a la hierba de
septiembre,
amante de los deslizamientos de la espuma en acecho;
por tu cola que traza las fronteras entre tus posesiones y los
reinos ajenos,
princesa en su castillo a la deriva en el mar del momento;
por tu olfato de leguas para medir los pasos de mi ausencia,
triunfadora sobre los espejismos, el eco y la tiniebla;
por tu manera de acercarte en dos pies para no avergonzar
mi extraña condición,
compañera de tantas mutaciones en esta centellante
rotación de quince años.
No atestiguo por ti en ninguna zoológica subasta
donde serías siempre la extranjera.
Apuesto por tus venas anudadas al enigmático torbellino de
otros astros.

 

 

 

Nota: Como ya he dicho anteriormente, Shigure Souma y el que escribe estamos promoviendo la declaración del día 20 de febrero como Día Internacional del Gato. A ello se nos ha unido Mickel Caballero, quien ha creado el evento en Facebook para celebrarlo sí o sí el próximo 20/02/2011. Así que si te gustan los michos, entra ya acá.

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Un comentario en «Hoy es SáGATO (V): Poesías a los Gatos»

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