[Op. Cit.]

Grande, doctor.

"Pan con Clavos", del guatemalteco Benvenuto Chavajay Gonzalez

Buena Colección

Hace días fui a a visitar a mi amigo, el periodista Misha Kovrov. Le hallé sentado en un sofá, limpiándose las uñas y tomando té. Me ofreció un vaso.

–Sin pan no suelo tomarlo –rehusé–. Manda por pan.

–¡De ningún modo! –exclamó él–. A un enemigo le daría pan. ¡A un amigo jamás!

–¡Qué raro! ¿Y por qué?

–Ahora lo verás. Ven aquí.

Misha me condujo a una mesa, de la que sacó un cajón.

–Fíjate.

Por más que me fijé, nada de particular se ofreció a mi vista.

–La verdad, no veo nada: basura; clavos, trapos, unos rabos extraños…

–Pues eso es lo que quería enseñarte. ¡Diez años llevo coleccionando esos trapos, esas cuerdas y esos clavos! ¡Una colección estupenda!

Misha recogió toda aquella basura y la fue echando en una hoja de periódico.

–¿Ves este fósforo? –me dijo, mostrándome una cerilla a medio quemar–. Es la mar de interesante. La encontré el año pasado en una rosquilla que compré en la panadería de Sebastianov. Por poco me ahogo. Menos mal que mi mujer estaba en casa y me dio unos golpes en la espalda para que la despidiera; que si no llega a estar, se me queda la cerilla en la garganta. Mira esta uña. Apareció hace tres años dentro de un bizcocho que me vendieron en la panadería y confitería de Filippov. El bizcocho, como ves, no tenía manos ni pies, pero sí uñas. ¡Caprichos de la naturaleza! Este pedazo de trapo verde habitaba, hace cinco años, dentro de un salchichón adquirido en una de las mejores tiendas de Moscú. Esta cucaracha seca se bañaba en una sopa que me sirvieron en la cantina de una estación de ferrocarril; y este clavo, en una albóndiga que me comí en la misma estación. Este rabo de rata y este trozo de tafilete fueron hallados ambos dentro de un panecillo de la misma panadería de Filippov. Esta anchoa, de la que ya no queda sino la raspa, venía en una torta que le regalaron a mi mujer el día de su santo. Esta fiera llamada ciempiés me fue servida con una jarra de cerveza en una cervecería alemana. Este pegote de guano estuve a punto de tragármelo con una empanadilla, en una fonda. Y así sucesivamente, querido.

–¡Magnífica colección!

–Desde luego. Pesa libra y media. Y eso no contando lo que, por descuido, me habré tragado y digerido, que no será menos de cinco o seis libras…

Misha levantó cuidadosamente la hoja de periódico, contempló admirado la colección durante un instante, y la volvió a echar en el cajón.

Yo cogí el vaso y me puse a tomarme el té, sin volver a pedir que mandara por pan.

^ O ^ ^ O ^ ^ O ^ ^ O ^ ^ O ^

Siempre que leo a Antón Chéjov no me pareciera estar leyendo historias lejanas, sino todo lo contrario. Su cuentística está tan llena de naderías y anécdotas universales que con sólo un poco de imaginación uno puede cambiar los escenarios por los propios. Por ejemplo este cuento que compartir acabo de su prolífica etapa de colaborador de diarios y semanarios: ¿a quién no le ha venido una desagradable sorpresa dentro de un pan, biscocho o nadando en una sopa? Lo mínimo: la mosca del Chavo del Ocho. Al final es así: uno no puede bajar la guardia cuando come en la calle.

Y hablando de no bajar la guardia: mañana le toca al equipo peruano de fútbol el enfrentarse al de Uruguay. ¿Quién lo hubiera pensado? ¡En las semifinales! ¡Y Brasil y Argentina eliminados! Definitivamente es el fin. Uruguay y Perú ya se han enfrentado en esta Copa en la fase de Grupos, y el resultado entonces fue empate. Ahora el empate… no es una opción; tiene que haber un ganador, y cada equipo irá a jugarse la llave para enfrentar a Paraguay o ¡Venezuela! en la Final. Veremos lo que pasa, y aunque se pierda, creo que ya de por sí este equipo lo ha hacho bien. Con que mantengan la disciplina en las eliminatorias… La hinchada peruana ya está curtida de decepciones.

Hoy fue el Día Internacional de Nelson Mandela, también el 19º aniversario de la masacre de Barrios Altos (ayer lo fue del de Jirón Tarata): la esperanza y el odio son vecinos en los corazones de los hombres. Ya este gobierno está con la cuenta atrás, y se iniciará en diez días una nueva administración en esta peruana república entre desconfianzas y aprensiones. Y para matarla, se abre un ciclo de crisis económica global con un Euro golpeado y la posible bancarrota del gobierno estadounidense. Ufff, suburbios en los suburbios del mundo sólo podemos mirar… y esperar.

Bueno, hemos pasado cosas peores. Si Ollanta Humala no es loco desatado no llevará al país al precipicio sólo por satisfacer a los radicales capitalistas de estado. Al menos la Bolsa de Valores de Lima ha subido: es señal de que el dinero pierde el miedo… por ahora al menos.

Cuídense y hasta luego.

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Por UnOsoRojo

Un comentario en «Buena Colección, un cuento de Antón Chéjov»

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