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Un nuevo mes y nueva cabecera, al menos hasta que surja algo nuevo. El lema de esta ocasión: «A las madres en su día, felicidad».
En tiempos más sacros, Mayo era el Mes Mariano. ¿Y qué es María de Nazareth sino la última de las Diosas Madres que las diversas tradiciones humanas han creado? Sobrepuesta y superpuesta a ellas, la que llevó a Jesús en su vientre (la tierra que acogió a la semilla divina por nueve meses) aunque perdió algunos caracteres importantes, la esencia la siguió manteniendo.
Y luego, en un mundo más descreído y laico, era bastante obvio que para celebrar a las madres se eligiera este mismo mes como continuación de tradiciones más antiguas que el cristianismo mismo. Celebramos a las Madres ya no con rezos sino con consumo. Un cínico hablaría de la mercantilización de las alegrías y ritos. Un cristiano pensaría en Jesús echando a los mercaderes del Templo, pero ya no en nombre de su Padre sino de su Madre. Yo, que no soy ni lo uno ni lo otro, sólo me queda felicitar… y felicito.
Soy hijo, y aunque no me lleve todo lo bien que debería con mi madre, al menos trato de estar allí.
Estoy allí, y aunque sé que mi madre no leerá nunca esto, trato de que sienta que puede contar conmigo.
Puede contar conmigo, y aunque a veces falle, trato de corregir y mejorar.
Fallamos porque somos humanos, no somos perfectos, pero sí que somos perfectibles y por eso nos corregimos y mejoramos.
Y ya paro mi divague, que se hace tarde.
La Yapa: