Actualmente el encargado de cocinar en casa soy yo. No soy lo que se diría un chef, pero al menos puedo decir que mi comida es comestible. También no es que trate de cocinar nada muy complicado: por ejemplo, hasta ahora nunca he usado mi horno, en parte porque tengo entendido que su quemador consume mucho gas y la verdad con la subida de su precio ahora no es cosa de gastar por gastar en experimentos. Allí que se quede, no molesta a nadie y es un buen sitio para guardar ollas.
Yo cocino en casa, retomo, en las mañanas temprano antes de ir a mi trabajo: el desayuno y el almuerzo al mismo tiempo… mas cocidos que aderezos, y más aderezos que simples frituras, en parte para no gastar aceite, en parte porque las comidas muy grasosas es mejor evitarlas, en parte porque las frituras son muy sucias cuando salpican… y una salpicadura puede ser muy dolorosa.
Sin embargo por variedad no puedo evitar por completo las frituras, sea un mero huevo frito, pescado apanado o pollo frito. Otros días va bien un huevo escalfado, un escabeche o pollo hervido en el caldo, o cualquier opción que no sea hacer nadar la comida en aceite, y así el día de ayer para desayunar se me ocurrió freír huevos. Nada nuevo, y al principio normal, pero acaso el segundo huevo era uno con clara muy líquida o qué sé yo, pero al voltearlo ¡zas! (o como se imaginen el sonido de un líquido reaccionando con el aceite caliente) una salpicadura considerable que cayó de lleno en mi antebrazo y muñeca derechas, dejándome el recuerdito que se ve en la foto que encabeza este posteo.
Juro que reaccioné rápido, mojando la zona afectada en el caño con agua fría, y al principio no significó una molestia más que el ardor normal, y además debía terminar de cocinar, desayunar y salir al trabajo y me olvidé del asunto. Supongo que la marca quedará y que acaso sí debí de usar aceite frío allí mismo, pero qué más da, no son nada esas nuevas cicatrices en mi cuerpo que se unen a las de mis vacunas infantiles, el cachito de pólvora de cohetilla que me dejó un “lunar” en el lacrimal de uno de mis ojos, mis manchas de varicela en mis brazos que a veces siento que me hacen parecer un jaguar flaco, la raya de un cierre de pantalón con punta que me hizo un largo corte en mi pierna, las huellas de mi acné adolescente, y los varios arañazos de gato que tengo en ambas manos. Algunos se ven más, otros menos y algunos sólo en mis recuerdos, como esa marca en mi cabeza cuando, jugando a los toros en la casa de mis primos, le di a una traicionera aldaba rota.
Mi nueva cicatriz si la miro… es como una persona, ¿no? Por ratos me pareciera que toma la forma de ese Jhony Walker de los whiskys, cosa irónica considerando que me desagrada el whisky. No hago caso, las cicatrices dan carácter, ¿no? Eso oí o leí en alguna parte… o quizás me lo acabo de inventar.
Otrosí: Como cada Jueves Santo en la casa hicimos desde temprano una “mesa para las almas”, ya saben, poniendo frutas, dulces, gaseosas, y demás comida para recibir a las almas de nuestros difuntos que se supone nos visitan en estas fechas. Así que después de recogerla con la oblgatoria rezada en la tarde hemos estado comiendo lo que ya habrían comido las almas, así que ahora he quedado listo para el ayuno de mañana… Si viviera papá ¿quizás iría en la madrugada con él al Cerro a prender velas en la explanada del santuario que domina nuestra ciudad? No, además de vivo también debería estar sano para hacer esa subida, y por eso ya eran como diez años que no hicimos esa ruta antes de su muerte. Sólo me queda visitarlo el sábado, que mañana seguro está lleno el cementerio.
Otrosí 2: Ayer en la tarde compré una tinka. Como era de esperar no gané nada, pero son sólo S/ 5 y una vez cada miércoles no cuesta más que ese poco de dinero, y ¿quién sabe? Capaz sí me toca ya que en el amor no me va bien…