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Gaijin no Neko (Argumento)

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gaijin no neko

Gaijin no Neko

(Argumento)

Esta historia, que acaso algún día escribiré, surgió luego de mi encuentro en mi biblioteca local con Pobre Gente de París, una novela de Sebastián Salazar Bondy publicada en el año 1958. En esta su autor presenta a una serie de personajes latinoamericanos que en el espíritu de la época emigraron deslumbrados por la imagen idealizada de la capital de Francia, aspirantes a escritores, poetas, pintores… o simples hijos de papá en busca de la experiencia intelectual y física de la vida bohemia parisina. El Gran Mundo era entonces la Cuarta República Francesa, y los latinoamericanos educados iban allá como polillas a la Ciudad Luz, donde ya no capados por el provincialismo, el conservadurismo, la pobreza y el subdesarrollo de sus países, podían aspirar a ganarse la vida con su arte.

Salazar fue uno de ellos, como antes lo fuera Vallejo y poco después Vargas Llosa, todos pasando por ese famoso Barrio Latino, latino no porque allí hubieran muchos latinoamericanos sino porque colinda con la Universidad de La Sorbona y en la Edad Media y hasta el siglo XVIII inclusive el latín era el idioma en que allí se estudiaba y que los estudiantes que allí alquilaban habitación, hablaban.

Faltarían aún diez años cuando Occidente ardiera (figurativamente) con el Mayo de 1968, y ya Salazar nos entregaba una imagen nostálgica de los emigrados latinoamericanos, muchos de ellos viviendo de franco en franco estirando los giros de una beca o de lo que sus familias les mandaran, viviendo en buhardillas y sótanos, cocinando en armarios, lavando de noche la ropa que usaban durante el día…

Pero yo no soy de la Generación del Cincuenta. Sé que el romántico Sena huele a orina y que los accionistas de Ratatouille se pasean por los cuidados parques y alamedas. Sé de las huelgas constantes, el racismo vergonzante, la burocracia y esa pedantería tan francesa que los ha vuelto un meme… Pero la estructura del libro de Salazar Bondy en su momento me pareció genial: una trama principal en los capítulos impares, diferentes historias relacionadas contadas desde otros puntos de vista y protagonismos en los pares. Ya luego supe que a eso se le llama «novela intercalada», que en el caso de Pobre Gente de París lo hace sentir como a medio camino entre el volumen de cuentos y la novela propiamente dicha.

Ello me hizo pensar en tomar esa forma y temática general, pero trasladada a otro escenario y con otro tipo de protagonistas. Ya no latinoamericanos aspirantes a intelectuales en el París previo al retorno de De Gaulle al poder sino trabajadores latinoamericanos en el Japón de cambio de siglo.

La historia principal sería una trama policial típica, siguiendo a un investigador de seguros veterano que debe de hacer equipo con un nisei peruano retornado que acaba de entrar a trabajar a la compañía. El caso que les encargan es de una serie de incendios en el puerto de Yokohama, donde se sospecha que la yakuza está implicada. El sempai debe de aprender a dejar de lado sus prejuicios e integrar a su kouhai dentro de la cultura empresarial japonesa, mientras empieza a valorar el modo latinoamericano más flexible y su carácter más abierto, tanto de los nikei como de los gaijin. En una conversación con la familia de su kouhai sale a cuento el origen de la frase «gato encerrado» y se pregunta dónde estaría el gato del extranjero (gaijin no neko) en referencia a un secreto que uno de los sospechosos estaría ocultando.Pobre Gente de París

El resto de historias tomarían a varios inmigrantes que se encuentran, desarrollando sus propias historias para crear un mosaico acerca de sus problemas en un país tan poco receptivo a la inmigración: los choques culturales y la búsqueda de la propia identidad. También los internos de la misma sociedad japonesa, como el envejecimiento de su población, los hikikomoris, su rigidez social, los suicidios, la sombra de los conflictos del siglo XX, entre algún otro más (como los propios de la crisis post estallido de la burbuja y la Generación Perdida). Uno de ellos sería un capítulo dedicado a un padre japonés que en el clima de La Paz lucha por conservar el cerezo brotado de la semilla que su hija plantara antes de morir en un accidente.

El final sería convencional, no veo por qué hacerlo diferente ni amargo como el de Pobre Gente de París, con el afianzamiento de la amistad de los dos protagonistas principales a medio camino entre la frialdad japonesa y la calidez latina.

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