Hoy es SáGATO CATurday: Mačak, el gato de Nikola Tesla

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¿Y si la naturaleza fuera un gato gigantesco?

Una imagen recurrente cuando se habla del gran inventor Nikola Tesla es la de su afecto por las palomas. Les daba de comer, llevaba a su hotel a las que encontraba enfermas para cuidarlas, incluso se obsesionó tanto con una de ellas que habría confesado que “le daba razones para vivir”. Muchos interpretan que estaba enamorado de ella. No ayudaba a rebatir este rumor que nunca se hubiera casado, manteniéndose en celibato para no entorpecer su trabajo científico.

La línea entre la genialidad y la locura es muy tenue.

En todo caso, esas aves no fueron los únicos camaradas animales de nuestro balcánico favorito. Cuando era un niño en Smilijan, un pueblo entonces en territorio del Imperio Austrohúngaro y que ahora forma parte de Croacia, este tenía un gato que era su mejor amigo. Se llamaba Mačak, que en serbo-crota significa… ¿”gato macho”? OK, digamos que el pequeño Nikola no tenía mucha imaginación para los nombres.

No para los nombres, pero para otras cosas… Y aquí tenemos que recordar el origen de su interés por la línea de trabajo que lo haría famoso y que lo llevará años después a un épico enfrentamiento con Thomas Alva Edison: la electricidad y su aprovechamiento.

La electricidad. Su mismo nacimiento ya parecía un presagio: se dice que fue esa una noche sumida en una feroz tormenta que impresionó el alma supersticiosa de la partera que atendía a su madre: “Este niño va a ser un hijo de la oscuridad”, le dijo acaso santiguándose. Vehemente, la señora Tesla habría replicado: “No, él será un hijo de la luz”. Si agregó algunos tacos (acallados o no por los truenos) para mejor poner en su lugar a la impertinente de la comadrona, la historia no lo cuenta pero seguro ganas no le faltarían.

Lo que tampoco le faltó a su hijo fue un ambiente propicio para el descubrimiento de los procesos del mundo físico. Nikola era el cuarto de cinco hermanos, viviendo con toda la familia en el campo, rodeados de animales de granja que les proveían de ingresos que completaban los paternos como sacerdote, y zonas silvestres cercanas donde incluso hasta lobos habían. Además su padre tenia una nutrida biblioteca, donde pasaba las noches leyendo hasta que era pillado por este y le quitaba las velas, según cuenta, “para que no se me estropearan los ojos”. Luego, su madre, la de la respuesta basada, aunque analfabeta era una mujer enérgica, hija de una estirpe de gente con afán inventivo. Se dice que habían creado herramientas especiales para el trabajo en el campo y el hogar, todos unos “manitas”. Lo que se hereda no se hurta.

Y aquí voy con la anécdota que le pasó a Nikola Tesla a sus tres años y que decidió su destino. Una anécdota con su gato de nombre misio como protagonista.

Su amistad con el miembro felino de la familia es entrañable de contar, y Nikola Tesla ya la relató en una igualmente entrañable carta que el inventor le enviara a la niña Pola Fotich, hija de 12 años del entonces embajador de Yugoslavia en EEUU, Konstantin Fotich, en 1939, cuando Tesla tenía 83 años (o sea, a escasos 3 años de su muerte), en base al cual escribo esta entrada. Allí casi al final cuenta cómo la tarde de un día especialmente seco observó que cuando acariciaba a su gato Mačak su pelaje desprendía “una lluvia de chispas lo suficientemente fuertes como para ser escuchadas por todo el lugar”. Ahora entendemos que lo que presenció era un fenómeno de electricidad estática provocado por las circunstancias singulares del momento, y al niño de 3 años que Tesla era entonces le llenó de maravilla. El padre, un hombre educado, le atinó decir lo que era, “electricidad”, la madre, práctica, le dijo que dejara de jugar con el gato por que “podría provocar un incendio”. Nikola, aún maravillado, se puso a pensar que si acaso la naturaleza fuera un gato gigantesco cuyo lomo Dios acariciaba y así producía los fenómenos eléctricos.

Una deducción muy elevada para un niño que aún ni a leer había aprendido, pero fue suficiente. Me puedo imaginar al niño Tesla pensando en ese gato colosal, viéndonos acaso a todos nosotros como simples liendres, nuestros países como manchas sobre el pellejo gatuno, años después ya un joven adulto y alejado de su terruño para ir a la Tierra de las Oportunidades, lleno de ilusiones, ambición y manías, recordar de vez en cuando ese privado fuego de San Telmo sobre el lomo de Mačak, al que consideraba el mejor gato del mundo, mientras él mismo desentrañaba los secretos de la electricidad. Lo veo ya viejo, arruinado y ya algo olvidado, volviendo a ver esa imagen a esas alturas ya onírica para describírsela a una pequeña compatriota, acaso con una paloma al costado comiendo de su mano.

¿Cuánta gente puede decir que su vida se decidió a tan temprana edad? ¿Cuánta gente siquiera recuerda algo de sus tres años? Y por un gato, ni más… ni menos.

Te queremos, Mačak.

La Yapa:

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Un comentario en «Hoy es SáGATO CATurday: Mačak, el gato de Nikola Tesla»

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